‘Candyman’ – Reseña

Aug 25 • Spoiler Alert • 1742 Views • Comments Off on ‘Candyman’ – Reseña

Get Out de Jordan Peele cambió las reglas del juego en muchos sentidos. No sólo abrió las puertas a una nueva generación de creadores de color, sino que encumbró la crítica social como el corazón del género de terror. A partir de ese momento, Peele se ha ocupado de cambiarle la cara a un género que merece mayor respeto.

Con la secuela de Candyman, una especie de reimaginación del clásico de los 80′, escrita por Peele, Win Rosenfeld y la directora Gia DaCosta, el racismo, la gentrificación y el whitewashing de la historia estadounidense, toman un papel central. En principio, los cineastas nos colocan en Cabrini, un barrio negro de la ciudad de Chicago hace unos ayeres. Un pequeño de diez años es enviado a la lavandería. Pese a que la policía local está en busca de un hombre que supuestamente ha atacado a niños en otros barrios, la vida ahí sigue relativamente normal. Pero en la lavandería, el pequeño parece encontrarse al sospechoso, a punto de hacer de las suyas, cuando… Cortamos al presente.

En el Cabrini de la actualidad, gentrificado y habitado por los artistas del momento, conocemos a Anthony McCoy (Yahya Abdul-Mateen II), un joven pintor que está buscando su inspiración después de un éxito prematuro. Su novia Brianna (Teyonah Parris) es una destacada curadora artística que va, al contrario de él, en un auge meteórico en la escena local. Para inaugurar su nuevo departamento invitan al hermano de Brianna, Troy (Nathan Stewart-Jarrett) quien, después de unas copas, comienza a contar una historia de Cabrini.

Años atrás, una mujer comenzó a investigar ahí la historia de Candyman, una entidad que invocas al decir su nombre cinco veces al espejo. Lo que comienza como una curiosidad termina como un reto para Anthony. Explora la historia del lugar que ahora habita como una forma de encontrar una motivación para crear.

Es así que, explorando el gueto que todavía queda, conoce a William Burke (Colman Domingo), un habitante de Cabrini que resulta ser el niño de la lavandería, que vio a Candyman de frente. Pero lo que él revela resulta traer a la superficie una historia más compleja que aterradora.

Hay mucho que procesar de Candyman. Primero, es una obra de terror extraordinaria que ahonda en la historia no reconocida de abusos hacia la comunidad negra de Estados Unidos. Segundo, se siente como una obra de cultura folk, de esas narraciones pasadas de generación en generación y que siempre son pertinentes.

Los observadores del cine notarán que hay muchas pistas de lo que habrá de suceder, así como guiños a la obra antecesora. También se darán cuenta de que seguramente se dejó mucho material en el piso de edición, en particular de la historia b, que revela mucho sobre el final pero que está a la vista de todos. En su segundo largometraje, Nia DaCosta tiene una evolución enorme y aunque tiene ciertos detalles que demuestran su novatez todavía como directora, tiene un manejo del lenguaje que hacen de Candyman una obra trascendental del terror.

Candyman es frontal, inteligente, aterradora. Y no sólo por el mensaje sino por el contexto en el que se desarrolla. Yahya y Teyonah son fenomenales, turnándose el protagonismo. El diseño de producción es sublime y la música de Robert A.A. Lowe generan uuna atmósfera fantástica.

Se trata de una película necesaria y memorable para fanáticos del cine, sin importar el género.

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