La Balada de la Isla – Reseña

May 7 • Spoiler Alert • 40 Views • No Comments on La Balada de la Isla – Reseña

Salvador Medina

La modestia no es una característica común el cine de hoy. Es inusual que un cineasta retrate la intimidad con tal sutileza y dedicación como una gran canción de folk que llega a las entrañas y al corazón.

La Balada de la Isla (The Ballad of Wallis Island) es justo eso: una impecable, sutil y reconfortante balada que se queda como una melodía repetida mil veces en la cabeza. Una sinfonía que quisieras escuchar por primera vez después de que la repites hasta el cansancio. En el centro de todo está Charles (Tim Key), un solitario hombre que organiza el reencuentro de una banda que Pitchfork celebraría.

Charles ha convocado a Herb McGwyer (Tom Basden), la mitad de una banda de indie que se separó hace tiempo. En la aislada isla hogar de Charles, donde sólo convive con Amanda (Sian Clifford), la vendedora de la única tienda en el lugar, Herb no tiene a dónde ir y cuando tira su celular al bajar de la lancha que lo lleva ahí, queda también incomunicado.

Pronto se da cuenta de dos cosas: no habrá una audiencia sino un evento privado. Y la otra mitad de su banda, Nell Mortimer (Carey Mulligan), ha sido invitada también y trae a su novio. Es obvio que la tensión sigue ahí y el evento de Herb se tambalea por ello.

En el aislamiento del lugar y sin nadie más con quién más hablar, Herb y Nell comienzan a confrontar las razones de sus separaciones, profesional y personal, y el punto donde todo se rompió. A su vez, el torpe pero amoroso Charles está en medio de todo, viendo que esta tormenta que ha creado no es exactamente lo que esperaba para celebrar un momento clave de su vida.

Aunque uno pensaría que el conflicto está entre los miembros de la banda, es la dinámica entre Herb y Charles donde se encuentra el verdadero éxito de La Balada de la Isla. El contraste entre ambos es brutal. Herb vive intentando recuperar la fama y el éxito que McGwyer Mortimer le significó. Mientras que Charles ha vivido ya lo mejor de su vida. O al menos eso piensa.

James Griffiths, que ha tenido una prolífica carrera como director, aunque su gran mayoría en la televisión, crea un producto extraordinario, íntimo, desgarrador. Su Balada de la Isla vive en el silencio, en la soledad.

Es una enternecedora historia que necesita todos los reflectores posibles y que te hace enamorarte de la melodía que es el cine.

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