Oda al cine de terror

Nov 3 • Artículos • 13271 Views • Comments Off on Oda al cine de terror

Salvador Medina Armienta
salvador@elhablador.com.mx

En las horas cercanas al popular Halloween y al tradicional Día de Muertos, salen del armario decenas de razones para recordar por qué nos gusta pensar de repente en temas como la muerte, los fantasmas, zombis, vampiros y demás personajes que la cultura nos ha enseñado posibles.

Sin embargo, y pese la penetración del séptimo arte como forma de consumo y entretenimiento, el cine de terror sigue siendo visto, como un género inferior dentro del amplio espectro cinematográfico.

Es por ello que la mayor parte del tiempo, una película “de terror” es descalificada inmediatamente por la crítica y los premios y academias. Y es que aunque parecen por lo general tramas absurdas, situaciones abominables y un simple pretexto para ver sangre, lo cierto es que en muchas ocasiones poseen un contexto que sostiene el tétrico contenido.

Grandes cineastas a lo largo de muchos años han intentado recrear el miedo que autores como Edgar Allan Poe, H.P. Lovecraft y Bram Stoker, entre otros, lograron interpretar y desmenuzar en un papel. Aunque a menudo lo olvidemos, el miedo nos acompaña siempre. Escribe Lovecraft en El horror en la literatura que “El miedo es una de las emociones más antiguas y poderosas de la humanidad, y el miedo más antiguo y poderoso es el temor a lo desconocido”.

Es por ello que el cine de terror es tan catártico: nos enfrenta con aquello que no nos atrevemos a ver en nosotros mismos y entonces, cuando regresamos a la vida ordinaria, el mundo no parece tan terrible como lo recordábamos.

Además, los personajes suelen reflejar aspectos del ser humano que no solemos ver a la luz regularmente. Desde el hombre lobo y Drácula hasta los siempre populares zombis y el demonio mismo, cada protagonista de una película de terror nos enfrenta con algo que no queremos ver, algo que trasciende la sangre y las vísceras.

En el libro Filosofía Zombi, finalista del XXXIX Premio Anagrama de Ensayo a La herida de Spinoza, Jorge Fernández Gonzalo sostiene que cada película creada por George A. Romero, el hombre que popularizó a los zombis con la ya clásica Noche de los muertos vivientes de 1968, procede de un momento histórico que refleja el contexto en el que se lleva a cabo.

“Romero nos presenta el terror de lo indecible, la masa persistente y enloquecida. El zombi no tiene ni razón de ser, ni discurso, ni tan siquiera recibe el privilegio de la denominación…Los famosos zombis de Romero no eran tales, sino una masa de hombres alienados, probablemente renacidos de la muerte o atravesados por una oscura maldición espacial, con un apetito monstruoso por la carne y desprovistos de su capacidad de raciocinio”.

¿Qué es esa reflexión si no una sobre nuestra propia naturaleza y capacidad de perdernos en la irracionalidad y la falta de contacto con la realidad? ¿No es el hombre su peor enemigo?

A ese temor nos enfrenta el cine. Desde Alfred Hitchcock hasta nuestros días, los peores miedos los encontramos en nosotros mismos, en el mundo que hemos creado a través de nuestras fallas y errores. Quizás haya entonces una moraleja en las películas de terror. Y mientras la encontramos, siempre será divertido perdernos en el mundo de lo absurdo.

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