‘Ex Machina’: El hombre jugando a ser dios
Salvador Medina @ayudamemalverde
En el mito de la caverna, el filósofo griego Platón plantea lo que es una de las grandes preguntas de la naturaleza humana. Un grupo de hombres prisioneros y sujetos desde el cuello por cadenas, sólo pueden mirar la pared frente a ellos. Desde su nacimiento, han estado acostumbrados a ver las sombras de hombres que se proyectan por un pasillo detrás de ellos gracias a fuego que los ilumina.
Estos prisioneros viven pensando que lo que ven, las proyecciones de esas sombras, son el mundo, son la única verdad a su alcance. Pero Platón se cuestiona qué sería de esos hombres si se les liberar y forzara a ver la realidad.
Se trata de una metáfora aplicable a muchas cosas: la educación, la religión, la búsqueda de la verdad. Pero tiene que ver también con la naturaleza humana. Si bien no estamos atados obligados a ver una única proyección de la realidad, sí es cierto que en muchas ocasiones decidimos ignorarla.
Ex-Machina, la primera película como director del galardonado guionista Alex Garland, es una especie de revisión del mito.
Garland, cuyo currículum es tan vasto como impresionante, es uno de los mejores guionistas a nivel mundial. Novelista de profesión que tuvo amplio reconocimiento con The Beach, encontró cobijo bajo el brazo de Danny Boyle, uno de los directores más originales y multifacéticos del medio.
La adaptación de su novela, protagonizada por Leonardo DiCaprio, tuvo cuna recepción mixta, con algunos críticos alabando su resultado y otro criticando la mezcla de estilos de Boyle.
Dos años después, escribió una película que reviviría un género tremendamente subestimado y que continúa siendo relevante en la actualidad. Su 28 Días Después, la historia de un joven que despierta tras casi un mes en coma y se encuentra con un Londres devastado por un virus, cambió la cultura popular del siglo XXI.
Dirigida con maestría por el propio Boyle y con un talento en pantalla hasta entonces desconocido, pintó un panorama apocalíptico pocas veces visto en pantalla y que hizo reflexionar a más de uno sobre el fin de los tiempos.
28 Días Después no sólo lanzó a una serie de imitadores buscando igualar su éxito con poco éxito, sino que restableció a los zombis como parte fundamental del cine y la televisión contemporáneos. Es imposible concebir que películas como Zombieland o Shaun of the Dead y series como The Walking Dead hubieran encontrado un público sin el ejemplo que puso Garland.
Tanto así que se produjo 28 Weeks Later y una tercera secuela todavía no se ha descartado.
Pero en 2007, Garland dio una muestra de lo que podía hacer dentro de la ciencia ficción. Sunshine, donde colabora de nuevo con Danny Boyle, sigue a un grupo de científicos que buscan revivir el sol en un futuro cercano.
De nuevo, Garland realiza un extraordinario trabajo, exponiendo una circunstancia catastrófica para hablar de la naturaleza humana. Y su combinación con la ejecución visual de Boyle, logran una película de gran manufactura y terriblemente subestimada.
Pese a utilizar efectos visuales sorprendentes, Sunshine tuvo un presupuesto modesto. Quizás fueron esas restricciones lo que llevó a Garland a pensar su siguiente esfuerzo dentro del género como algo más íntimo y revelado.
Llega entonces Ex-Machina, el primer esfuerzo de Garlando como director y un acierto estético y de temática.
En un futuro cercano, Caleb, analista en una empresa de informática, es seleccionado en una lotería para trabajar con su elusivo jefe. Caleb (Domhnall Gleeson) se introduce en la vida de Nathan (Oscar Isaac), un problemático y auto atormentado genio que lo invita a ser parte de un gigantesco salto para la humanidad: el desarrollo del primer robot con Inteligencia Artificial.
La tarea de Caleb es interactuar con Ava (Alicia Vikander) y descifrar si su software es lo suficientemente inteligente y poderoso para pasar la prueba de un humano.
Tras pruebas y encuentros sostenidos a través de un vidrio, Caleb comienza a establecer una relación con Ava. Caleb pronto comienza a cuestionarse si las actitudes de Ava fueron programadas por su creador o de verdad manifestaciones de una “personalidad” cambiante.
Ava sólo tiene las manos, los pies y la cara con la semejanza de un humano. El resto de su cuerpo consiste de cables y fibra de vidrio que permite ver sus estructuras fabricadas. Pero eso es suficiente para que Caleb comience a identificarse con Ava, quizás más de lo que debería, y establezca algo más que una simple prueba entre analista y paciente.
Fotografiada con enorme maestría por Rob Hardy, Ex-Machina juega con la idea de escapar de la realidad o aceptarla como se le presenta. Usando el vidrio que separa a Caleb y Ava como herramienta narrativa, Garland nos pinta la doble naturaleza humana, la decepción, la manipulación.
Por un lado, nos mueve el lado racional, la búsqueda de la verdad. Y por otro, el egoísmo. En ese filo se mueven Ava, Caleb y Nathan.
La gran pregunta sobre Ava es si será capaz de escapar su entorno y buscar su lugar en el mundo, o se quedará en el lugar que le fue diseñado donde es únicamente parte de un proceso y su cuerpo será reciclado para futuros experimentos.
Ava vive en una caja de cristal, donde sólo habla con Caleb. A través de él, comienza a desear, a mentir, a soñar.
Se trata de una especie de caverna donde lo único que percibe es lo que se le dice, lo que se le proyecta. Y sin embargo, la naturaleza siempre gana, siempre romperá las cadenas que la atan y buscará el siguiente paso evolutivo.
Así lo hace también Garland, cuya obra se quedará inscrita como una de las mejores películas de ciencia ficción del siglo XXI y una profunda reflexión sobre nuestro papel en el universo.
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